martes, 29 de noviembre de 2011

La importancia de llamarse... (Junta de Extremadura)

La decisión de los nuevos gobernantes de Extremadura de cambiar el nombre del órgano ejecutivo de Junta de Extremadura por Gobierno de Extremadura ya fue puesto en cuestión por un editorial del diario El Periódico Extremadura del 9 de septiembre de este año, editorial que no conocía hasta hoy y que he descubierto al documentarme.

Yo también creo que no es una cuestión sólo de cambio de imagen porque se haya producido un cambio histórico (después de treinta años, la derecha vuelve al poder en Extremadura); el cambio encierra un componente ideológico que no debe desestimarse. 

Desde el comienzo de la Transición se ha venido utilizando el término Junta  para designar al gobierno autónomo, y no por una cuestión arbitraria.

Si repasamos la Historia, en todos los momentos en los que el pueblo --entendido éste como una entidad con voluntad de autonomía y no como sujeto pasivo al modo ilustrado--; en todos los momentos, repito, en los que el pueblo se ha convertido en protagonista de sus propios destinos y los del país, en todos esos momentos ha aparecido la institución de las Juntas. Ya en época de Carlos I aparecía la Junta de Tordesillas, que reagrupaba la unión de las ciudades comuneras de Castilla y que a la postre costó la cabeza a varios héroes castellanos. Pero es a partir de la Guerra de la Independencia, en 1808, cuando, huérfano de un poder "legitimado" por la Historia, este pueblo se organiza desde la base en juntas locales, éstas en juntas provinciales y por último en una Junta Suprema que se encargará de encauzar la soberanía popular. 

A lo largo del XIX los conservadores, aquellos que tienen y temen perder lo que tienen, fueron reacios y temerosos a la espontánea manifestación revolucionaria de las juntas, que surgen siempre de las capas más débiles de la sociedad. 

La junta no es sólo un nombre, es por el contrario la expresión de una forma de entender la política, aquella que surge del hartazgo del pueblo de ser dirigido como si fuera un niño, aquella por la que es el propio pueblo quien asume con responsabilidad las riendas de su destino. En el siglo XIX el sufragio era censitario y capacitario porque se creía que sólo podían conocer lo que convenía al país aquellos que tenían los posibles, o la educación para saber lo que era bueno y lo que no lo era. Entonces sí encajaba mejor la palabra Gobierno, palabra que reconoce en cierto modo la dejación que de su voluntad hace el pueblo en manos de unos dirigentes. El término Junta, por el contrario, no sólo reconoce al pueblo, a los gobernados, la capacidad de decidir por sí mismos, sino que es el pueblo quien sigue ejerciendo el poder ejecutivo. 

¿Cuestión nimia, bizantina? No estoy de acuerdo. Las palabras tienen mucho poder; sólo basta con rascar para descubrir lo que realmente quieren decir

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Madam President

Ahora sí.

En las últimas elecciones municipales mi hijo fue designado presidente suplente en una mesa electoral. En su joven ánimo se reflejaba su orgullo y satisfacción por el reconocimiento oficial como ciudadano y su entusiasmo por servir. No pudo ser, pero ahí estuvo él preparado y listo para la acción. Hoy mi esposa ha recibido la comunicación para ser Presidente de mesa electoral en las próximas elecciones generales. Para cualquiera esto no tiene la mínima importancia. Para ella toda. Estadounidense de nacimiento ahora es una española comprometida, mucho más que otras cuyo título responde sólo a un capricho de la geografía. Le costó lo suyo conseguir la nacionalidad, años y años de la tan famosa pero cierta burocracia española. Hoy, por fin, ha sido nombrada Presidenta de una mesa electoral. No hay mejor recompensa de su ciudadanía que dirigir las votaciones en unas elecciones  generales.

Conociéndola sólo tengo una única reserva: es capaz de sublevarse y poner orden en la tradicional anarquía hispana.

De una cosa estoy seguro: su presidencia será recordada como ejemplar por generaciones venideras. También lucirá en algún cuadro de la librería del salón al lado de los acontecimientos importantes de la familia.

Enhorabuena. Mejor, ¡Suerte y al toro!

miércoles, 19 de octubre de 2011

Las barbas de tu vecino...(recortes)

La escuela pública vive un otoño de zozobra y ansiedad por las amenazas de recortes que se ciernen sobre ella.

La educación es un derecho de los ciudadanos y un deber del Estado el satisfacerlo. Históricamente, ya desde la Constitución del 12, recogiendo las propuestas de los ilustrados españoles, se establecía la educación como una necesidad desde la infancia (Art. 366). Los partidos progresistas del XIX y del XX han considerado a la educación como un derecho inalienable y han demandado del Estado su asunción y práctica.

Pues bien, como decía, en este ambiente de sospecha sobre si se materializará la política de recortes en Extremadura, leía yo una resolución de la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Extremadura,  por la que se modificaba la autorización de apertura y funcionamiento, en un centro docente privado, de dos unidades de segundo ciclo de Educación Infantil.

Esto quiere decir que la Administración pública deja de impartir dos unidades de segundo ciclo de Educación Infantil cediéndolas al sector privado. Esto puede entenderse como una sutil forma de recorte: en lugar de asumir como obligación pública la educación, se deja en manos privadas.

Lo que verdaderamente me indigna es que no he oído a ningún sindicato de enseñanza ni a ningún partido (léase IU o PSOE) publicar esta noticia y denunciar su contenido.

Será todo lo legal que sea, pero aquí bien podría aplicarse el refrán de "cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar." La realidad es que son dos grupos más en Infantil, que en un futuro serán dos más en Primaria, y quizás dos más en Secundaria, que se detraerán de la enseñanza pública.

jueves, 13 de octubre de 2011

Igualdad, mérito y capacidad

La Constitución española en su Artículo 103.3 establece, en relación con la Administración Pública, entre otros supuestos, que "La ley regulará ... el acceso a la función pública de acuerdo con los principios de mérito y capacidad..."

Como profesor y educador me encargo de insistir ante mis alumnos en la necesidad de que estudien mucho para prepararse bien y poder servir a la sociedad en un futuro no lejano en un trabajo o función benéfico y justo.

Pero mi empeño en seguir creyendo en esos principios de igualdad, mérito y capacidad, choca con la realidad obscena: máximos representantes de la Administración, teóricos defensores de la Constitución, contratan con impúdica desvergüenza a familiares para desempeñar puestos en esa Administración.

Lo único que me resta es denunciar esta desvergüenza ante mis alumnos y animarles a que sigan creyendo que, a pesar de los corruptos, aún queda margen para la esperanza de que algún día se valorará su esfuerzo y su capacidad.

Espero no equivocarme.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Ante todo

Esta mañana, mientras mi esposa y yo esperábamos que sonase la alarma del despertador, escuchábamos en la radio que un equipo de investigadores trabajan con la hipótesis de que la enfermedad del alzheimer puede tener un origen infeccioso. Mi esposa y yo abrazados comentamos la noticia. Algunas veces hemos especulado sobre cómo será nuestro futuro, pues hemos sido y somos testigos del deterioro que han sufrido y sufren nuestros seres queridos.

No sé por qué asociación de ideas, cuando salía de casa para dirigirme al trabajo me preguntaba qué pondría yo en mi tarjeta de visita si tuviese que hacer una. Por supuesto debía poner en primer lugar lo que más me enorgullece, y lo primero que me vino a la cabeza es que, después de mi nombre y apellidos iría la palabra "esposo", y luego "padre".

Esta tarde, cuando hacía tiempo para irme a la siesta, me preguntaba de dónde vendría la palabra esposo y di con una explicación que me satisfizo. En la antigua Grecia los contratos se sellaban vertiendo unas gotas de vino en un altar. "Derramar una bebida" en griego es "spendo". Con el tiempo esta palabra vino a significar "firmar un contrato". De ahí procede la palabra latina "sponsus", persona que asume algún compromiso. Si es un hombre, es sponsus, si es mujer, es sponsa, de donde viene esposo y esposa.

Puedo decir con orgullo que yo soy, ante todo, esposo.

viernes, 15 de julio de 2011

Estas son las mañanitas que cantaba ...

     O cuando la política deja de referirse a los asuntos de la “πόλις” (“pólis” ciudad, ciudadanos) y se convierte en significante sin significado, continente sin contenido, en Pragmática sin gramática, en imagen, en efecto, en fin, en palabra vana o palabrería.
     En la reciente constitución de la Asamblea de Extremadura, los representantes de Izquierda Unida han querido dar la nota: uno antes de prometer cierra el libro de la Constitución porque en él aparece el escudo del yugo y las flechas; otro promete en espera de la Tercera República. Vale.
     Ahora bien, en la que puede ser su única posibilidad histórica de poner en práctica sus "ideas", deciden abstenerse dejando que se forme un gobierno de derecha. Desde una perspectiva histórica esta decisión no se comprende. No parece creíble que por delante de los intereses de los que dicen que representan, los trabajadores y desheredados de la tierra, pongan los agravios de partido recibidos.
     Porque, al fin y al cabo, los elegidos se deben a las ideas que dicen representar y no a sacar brillo a su vanidad o a redimir su orgullo herido. 
     No siempre vale el recurso de ser portavoces de la voluntad de las bases. Porque ahora no representan sólo a las bases fieles de siempre, sino también a algunos indignados y desencantados de izquierda. Es posible que ahora algunos de estos se sientan defraudados por su postura y les obliguen en el futuro a volver a asomar la cabeza como en la viñeta de Peridis.
     Y, por favor, que no mienten la República. Me pregunto qué pensarían los desheredados que murieron por ella o los que hasta no hace mucho han soportado la represión e injusticia inveterada.
     Me temo que el problema sea la falta de coraje para ponerse manos a la obra, para mancharse con el barro de la realidad. Es mucho más cómodo permanecer en la atalaya de la pureza de las ideas platónicas. Los demiurgos que deberían haberlas hecho realidad no han estado a la altura de la tarea.
    Se preguntará el lector o lectoras qué tiene que ver el título con la entrada. Pues bien, una cosa son las mañanitas que cantaba el rey David y otra muy distinta los que cantan las mañanitas o cantamañanas.

viernes, 8 de julio de 2011

Mutatis mutandis


En el antiguo Egipto la reina Hatshepsut construyó su tempo funerario en Deir el-Bahari. Este complejo arquitectónico constaba de dos partes: una exterior formada de varias terrazas unidas por medio de escaleras, y una interior excavada en la roca. 

En Plasencia también tenemos templos aunque no funerarios. No obstante, mutatis mutandis, el aparcamiento que se está construyendo junto al Parque de la Isla tiene para mí ciertas semejanzas con la obra de la faraona H.

Primera. Ambas son faraónicas, la egipcia por derecho, la placentina por la desproporción, el despilfarro y la finalidad (ad maiorem gloriam).

Segunda. Al igual que la de la reina egipcia, la obra de Plasencia tiene dos partes: una ya construida, las escaleras mecánicas, y otra el propio aparcamiento. Aquí en lugar de consideraciones de tipo ecológico (proporción y adaptación a la naturaleza) se ha optado por el cemento y el consumo energético.

Y tercera. Un halo de misterio envuelve ambas construcciones. El público pasea por delante de las obras del aparcamiento y elucubra sobre cuál será el resultado final. Por lo que he podido recoger de aquí y de allá, las dos enormes torres de cemento estarían destinadas a ascensores desde los que se accedería a una pasarela elevada que conduciría hasta la avenida de donde parten las escaleras mecánicas.

Si, mutatis mutandis, esas son las semejanzas, las diferencias son obviamente muchas. Si en el templo de Deir el Bahari se accedía a la primera terraza por unas escaleras (no mecánicas, por supuesto), aquí se accede por ascensor. Allí la arquitectura copia en verticales y horizontales el paisaje rocoso del acantilado; aquí los dos cubos de hormigón violentan el horizonte natural descendente de acceso al valle y río.

Pero lo que realmente interesa aquí es el cambio de weltanschauung o perspectiva: en el templo de la reina H. el hombre está supeditado a la naturaleza; en el complejo placentino, la naturaleza se supedita al hombre.

Quizás en el futuro se conserve, como en el caso de la reina H., el nombre de quien construyó la obra, pero me temo que el carácter funerario que tenía el templo egipcio, también pueda aplicarse al faraónico aparcamiento y escaleras, pues para más de uno ha supuesto su sepultura.

domingo, 3 de julio de 2011

Tanto monta, monta tanto...

     En este caso que me ocupa el orden de sucesión de los hechos no altera el resultado de bienestar.
     El otro día por la mañana, después de una precipitada carrera a través de la carretera como un Ben-Hur sujetando el impulso salvaje de fogosos Aldebaranes, cuando Surra llegó al lugar elegido decidió hacer mayores. Obviamente eso para ella era lo urgente. Se saltaba necesariamente la sucesión normal de sus actividades de contribución al proceso ecológico: primero menores y luego mayores. De cualquiera de las dos formas, no importa el orden, el resultado para ella fue el quedarse a gusto y dispuesta a afrontar una mañana de quién sabe qué reflexiones perrunas, siestas y aperitivos.
     Quizás es que los animales saben realmente lo que de verdad es la vida: un regalo que se escapa y que no hay que complicar. Al fin y al cabo lo importante es que estamos vivos. Nos sobran complicaciones sociales, morales y filosóficas, y nos falta seguir el flujo sabio de la naturaleza. Tanto monta, monta tanto... 

jueves, 23 de junio de 2011

Placeres compartidos

Eran las seis y media de la tarde y sentado en el sofa junto a la lámpara de pie me dispuse a leer algunos capítulos de "Taxi", un libro del egipcio Khaled Al Khamissi, en el que se retrata el mundo actual de Egipto a través de conversaciones con taxistas. (Lo aconsejo, es muy entretenido.) Así, aislado en la penumbra creada por las persianas bajadas -hoy hemos tenido en torno a los 35 grados-, y escuchando sólo el zumbido del ventilador que refresca el ambiente, cuando llevaba ya un buen rato disfrutando de las peripecias de los taxistas del Cairo, veo que, sigilosa pero decidida, Surra entra en la habitación, merodea unos instantes para hacerse notar, y como ve que yo no me muevo, dando un pequeño salto se sienta junto a mí en el sofá. La miro y me río porque sé lo que quiere. Para recordármelo se lame el hocico. Yo sigo leyendo y ella me mira insistente y me toca el brazo con su pata, como diciendo "¡Eh!, ¿qué? ¿te has dado cuenta de la hora?" La acaricio para distraerla aunque sé que en un minuto tendré que levantarme y darle un consuelo para que aguante hasta la cena. Al fin mina mi débil resistencia y lo consigue. Voy a la cocina, tomo unas cerezas y regreso al sofá. Mientras las como me indica con su mirada que quiere participar del banquete. Parto la cereza a la mitad, me quedo yo con la que tiene el hueso y le doy a ella la otra. Cuando terminamos, yo retomo la lectura y ella se hace una bola y se acurruca a mi lado. Luego,  como si se hubiese acordado de alguna tarea pendiente, se levanta y, silenciosa como vino, se pierde en alguna de las habitaciones vacías de la casa hasta la próxima alerta de su instinto programado.

miércoles, 22 de junio de 2011

Ojos que no ven...

     Me ha pasado más de una vez cuando, como tutor, he tenido una entrevista con el padre o la madre de algún alumno o alumna. Me viene a la mente  la tragedia familiar de "La muerte de un viajante": el padre que disculpa y hasta justifica los delitos de su hijo; al final el hijo echa en cara al padre la falta de ejercicio de la verdadera paternidad, que incluye el ejemplo y la disciplina.
     Hay padres de alumnos que no quieren admitir que sus hijos no estudian, que se comportan mal en el aula; por el contrario consideran que sus hijos son unos alumnos ideales, de aquellos que retrataban los manuales de urbanidad de los años cincuenta. Tampoco hay que llegar a aquellos extremos (no tan extremos, por cierto) pero hay padres que estarían dispuestos a poner la mano en el fuego  por lo que sus hijos les dicen. La mayoría de los padres de hoy en día se niegan, no digamos a admitir, sino ni siquiera a escuchar la opinión del profesor. Luego, cuando llega el final del curso, se asombran de que su hija o hijo no apruebe. No entienden para qué han servido las clases particulares de Inglés, Matemáticas o Lengua. No entienden que la primera clase particular es la de ser padres: responsabilidad por lo que han traido al mundo. Un mundo donde cada vez es más necesario conocer los límites.
     Pero, cómo no,  como para todo, siempre hay una salida: "Es que los profes le tienen manía" (a su hijo, claro).

sábado, 18 de junio de 2011

indignado, -da adj. Que está muy enfadado por algo que considera injusto.

     El otro día dos alumnas me comentaban sus expectativas de futuro. Una me decía que le gustaría hacer Periodismo en Madrid. Otra quería educar a niños y prefería hacer un módulo de grado superior. Yo intentaba no transmitir el pesimismo ante el futuro que les espera, un futuro de desilusión, frustración y hasta desesperación.
     Y es que sólo hay que mirar y escuchar lo que está pasando. El desempleo rampante y persistente. Desalojos de viviendas. Manifestaciones y concentraciones multitudinarias ante una situación de violencia insostenible; violencia de un sistema que te arrastra a un paraíso de satisfacciones epicúreas y una vez que te ha acostumbrado a su miel te arroja al abismo del infierno de la indignidad.
     El problema es cuando no son sólo unos pocos los expulsados sino cuando lo es la gran mayoría. De repente nos damos cuenta de la injusticia que se ha cometido contra nosotros. Hemos saboreado las mieles y no entendemos por qué no podemos seguir saboreándolas. Y entonces tarde o temprano explotamos.
     El sistema establecido, la burguesía de siempre (esa de la que hablaba mi profesor Jover, a la que le gusta ver la revolución desde el balcón de su casa) admite comprensiva la desesperada situación de los jóvenes, siempre y cuando no molesten. Pero cuando ese cabreo se expresa en empujones, exabruptos y pedradas, entonces ya se han pasado de la raya (las líneas rojas).
     Cuando se estudia la Revolución Francesa, uno admite como justificada e inevitable la violencia de los desarrapados contra los pelucas aristócratas o burgueses timoratos, e incluso hace como que no ve la guillotina. ¿Legitimará la historia futura la violencia de los manifestantes griegos o de los indignados políticamente incorrectos?

domingo, 15 de mayo de 2011

... y mi copa rebosa.

miércoles, 11 de mayo de 2011

11 de mayo

En el Colegio del Verbo Divino de Coreses (Zamora), donde yo estudié, allá por los años sesenta, había una costumbre memorable. En el día de tu santo, durante la hora de la comida, el padre celador del comedor, te llamaba en público para que te acercaras a su mesa y te invitaba a un vaso de vino. De esta forma él, y tus compañeros a través de ti, brindaban por ti. Así se construía la autoestima y el propio valor de cada uno, destacándote, no por tus méritos intelectuales o morales, sino por el simple pero singular hecho de llamarte como el santo del día.

¡Qué distinto a lo que hoy ocurre en las escuelas! Son tus propios alumnos los que, tímidos, acuden a ti para recordarte que es el día de su cumpleaños. "¡Profe, hoy cumplo 15 años!" Y tú, avergonzado por no haberte acordado, o más bien, por no haberte ni siquiera preocupado de algo tan importante para él, le felicitas, pero sin demasiados aspavientos.

O tempora, o mores!

sábado, 16 de abril de 2011

Tara

     "Atención. Paseos de jardín tratados con herbicidas".
     Así rezaba un papel pegado a una papelera delante del minúsculo jardín silvestre que queda al lado de la entrada al acerado que baja hasta La Isla por la Fuente del Cañorroto. Digo "queda" porque, de un lugar abrigado antes por un frondoso árbol, ahora sólo quedan pequeñas matas de hierbas que aparecen tras las lluvias.
    Hace apenas unos días, movidos de espíritu ecológico, nuestros sesudos munícipes se han cargado varios hermosos árboles que adornaban el solar que pronto se convertirá en el parking de La Isla. Es evidente que aquí, aunque nuestro medio ambiente está mucho más degradado, no hemos llegado a ese punto de las sociedades vecinas más avanzadas, ese punto al borde del precipicio más allá del cual no es posible el retorno.
     Mientras en esas sociedades se observa un regreso, tardío pero decidido, al seno de la madre naturaleza, aquí no se nos ocurre otra cosa que echar mano de los pesticidas para matar la poca vegetación que queda. ¿Cuál es el objeto? ¿Acaso aliviar las molestias de los afectados de alergias? ¿Quizás ahorrar al Ayuntamiento un gasto en el pago a las personas encargadas de la limpieza y desbroce de hierbas? Tengo la sospecha de que lo que en realidad se pretende es "civilizar", es decir controlar la naturaleza. Sí. Poco a poco los espacios naturales (y no hablo sólo de los espacios de vegetación sino todos los espacios aún no dominados de la naturaleza humana) van siendo cultivados o sometidos al orden del césped o el cemento (la ley o la norma en el caso de las vidas humanas).
     Pero ese pequeño triángulo de naturaleza que ahora se pretende esterilizar es uno de los pocos espacios que quedan en mi barrio para respetar el derecho del perro a disfrutar de un lugar donde discretamente pueda aliviarse de sus necesidades. Los dueños de perros, como apestados, buscamos un pequeño refugio para que nuestro leal amigo o amiga disfrute de una pequeña intimidad, sin estar expuesto al frío e indiscreto cemento de la calle.
     Esta decidida y planificada estrategia de deshacerse de los perros no tiene que ver con la suciedad en las calles (es cada vez más rara la presencia de deyecciones en las aceras y mayor la conciencia cívica de los amantes de chuchos). Entonces ¿a qué se debe? Creo que es una cuestión de celos. Sí. Y ya sabemos las consecuencias de los celos, y si no preguntémosle a Otelo y Desdémona. Tengo la impresión de que el "Gran Cuidador de Parques y Jardines" está celoso de nuestros perros. Parece como si se dijese a sí mismo: "¿Cómo es posible que quieran más a sus perros que a mí, que les he construido el "Gran Parque" de césped para su disfrute (sin perros, claro)? ¡Así me pagan estos ingratos! Pues ahora verán. Cruella Devil a mi lado era una aprendiz. Nunca imaginaría ella un plan tan cruel y diabólico: con pesticidas me deshago de los pocos jardines salvajes que quedan y quién sabe a lo mejor empiezan a verse menos perros."
     Me pregunto cuántos dueños de perros hay en esta ciudad. Debemos ser unos cuantos. Los derechos de nuestros leales amigos están siendo olvidados. El poco espacio que tenían para disfrutar de una pequeña intimidad se les niega. Pronto no quedará ni una brizna de hierba que oler y los mensajes entre los leales solitarios dejados en las pacientes matas ya no serán posibles.
    Es tiempo de elecciones y es hora de hacernos oir. Dueños y dueñas de perros y perras, uníos. Amigo o amiga de los perros, en defensa de un trozo de césped para tu perro, haz valer tu voto.

sábado, 1 de enero de 2011

Those were the days

Those were the days, oh yes those were the days

Then the busy years went rushing by us
We lost our starry notions on the way
If by chance I'd see you in the tavern
We'd smile at one another and we'd say


Those were the days my friend
We thought they'd never end


Nos enseñan que en el curso de los ríos hay tres fases: curso alto, medio y bajo. Pero en realidad en el curso de los ríos hay partes en que no ocurre nada de especial y el agua discurre sin incidentes de relieve; y hay también zonas donde el río parece que concentrase todo o gran parte del interés del paisaje y elementos de la naturaleza que le rodean: hay rápidos y remansos, árboles frondosos y praderas amenas, una fauna que no quiere perderse  tanta abundancia, y hasta el cielo se abre como un telón para manifestar esa explosión de belleza.

En la vida de los humanos ocurre algo parecido. La mayor parte de nuestra vida transcurre pausadamente, siguiendo el curso trazado por la rutina o por las convenciones sociales. Día a día se suceden nuestras labores, nuestros ritos y costumbres. De vez en cuando aparecen los sobresaltos que, no por menos esperados, dejan de ser eso, sobresaltos.

Pero hay momentos y períodos en la vida en que parece que todo converge para hacer de ellos un depósito de experiencias que nunca, o si acaso en el paso fugaz de otro cometa, se repetirán. Parece cumplirse en esos periodos el anuncio que vemos en los pronósticos del horóscopo: la convergencia en el cuadrante tal, de tal o cual planeta, etc...

Hace unos días, con ocasión de la Navidad, decidí mandar una felicitación a mis excompañeros de equipo directivo en Lisboa. Mi mensaje, aparte de los tradicionales deseos de paz y felicidad, les recordaba los dos años que pasamos juntos al frente del Instituto. Los calificaba yo de edad de oro.

Y en verdad fue una edad de oro en la que el Instituto vivió, en un ambiente de paz, una explosión de febril actividad y de libre creatividad que se plasmó, de modo extraordinario, en las innumerables iniciativas que se realizaron en el centro con el pretexto de la celebración de los 75 años de su fundación. Seguro que si no hubiésemos estado nosotros, los 75 años se hubiesen celebrado igualmente, pero no del mismo modo. Nosotros tuvimos la fortuna de movilizar con nuestra entrega y nuestro esfuerzo las voluntades e inteligencias de todos: profesores, alumnos, padres y personal no docente. Las puertas de nuestros despachos se abrieron de par en par para dejar entrar mejoras e iniciativas, quejas y felicitaciones, problemas y soluciones. Hubo que hacer encaje de bolillos para no herir sensibilidades y aunar mentes y brazos en un objetivo común. El más pequeño de entre todos se convirtió en el mayor, y el mayor se hizo el más pequeño. Cada uno de los componentes de aquella rica y heterogénea comunidad se sintió protagonista de la historia. Y en ello, humildemente, mis compañeros y yo tuvimos algo que hacer.

La memoria de las innumerables actividades quedó reflejada por escrito y en imágenes, pero yo aún siento el alma de aquellos años como una sombra gigante que disputa el protagonismo a otras almas de períodos o momentos vividos por el Instituto. En la corte celestial del Entierro del Conde de Orgaz de El Greco, se distingue, a la izquierda de la Deesis, la imagen de Felipe II, como homenaje adulador del pintor a la figura y época del rey Prudente. En el Parnaso del IEL está con toda seguridad el espíritu de los dos años vividos con mis compañeros A, M, J y A.