miércoles, 3 de abril de 2013

Perseus

Si no fuera por su aspecto apenas llamaría la atención. Tiene los ojos de distinto color, blanco y miel, y viste un abrigo de piel, espeso y blando, de color crema claro. 

Es muy tranquilo. Tiene el aire de un aristócrata. Parece un filósofo clásico, un Parménides, pensando en la última causa, la última razón. 

Pero en el fondo es un sentimental. Cuando quiere tu atención te mira fijamente moviendo el rabo y si te demoras te toca con su pata. Entonces, se sienta y se vuelve de espaldas para que le rasques en los pliegues bajo su oreja o en el pequeño valle entre sus ojos, y si dejas de hacerlo inclina su cabeza hacia atrás para decirte que no pares, que aún quiere más. A veces se echa de espaldas y se abre de patas para que le acaricies la barriga, mientras te sonríe. 

Pero el pobre apenas tiene apetito. Cuando es la hora de comer se acerca al plato, huele la comida, hace intención de tomarla, pero enseguida se retira y se echa en el suelo como esperando a que le lleguen las ganas. 

¡Tan noble, tan blando, tan bueno! ¡Come, por favor! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario