Si Perseus es Ben-Hur Erebus es Mesala. Si aquél Parménides, éste Heráclito; la quietud frente al cambio constante. Si Perseus es James Stewart, Erebus es Cary Grant. Aquél la serenidad, éste el impulso. Perseus, el que quiere; Erebus, el que es querido. Aquél blanco, éste negro como el azabache.
Erebus es un perro Labrador de raza. De color negro, su piel es sedosa, brillante. Cuando te ve te saluda como si fuera la primera vez: te empuja con su hocico, se levanta sobre sus patas e intenta lamerte: es como si te dijera "¡Cuanto me alegro de estar contigo! ¡Gracias por vivir!"
A mí me gusta acariciarle y él se deja manosear cara, orejas y lomo. Cuando quiere tu atención te empuja con el hocico, luego se sienta, y mientras le acaricias levanta su pata para reconocerte su gratitud y su cariño.
Cuando es la hora del paseo salta de alegría y luego de dejarse atar camina rápido como si fuésemos a descubrir el mundo. A cada poco se detiene para marcar su espacio y luego pudoroso lo oculta con sus patas. A la vuelta reclama su premio que acepta con paciencia sentado.
Mientras está fuera, en el jardín de la casa, debe estar atado porque en su inquietud instintiva tiene que perseguir sueños de olores o llamadas que sólo él huele u oye, y se escapa. De una de sus huidas guarda el recuerdo de la falta de un colmillo y una operación de cráneo tras el golpe que le dio un coche desgraciado.
Ahora mismo está atado, esperando paciente que su amo o ama lo liberen para permitirle expresar y entregar todo el cariño que guarda a raudales.
A mí me gusta acariciarle y él se deja manosear cara, orejas y lomo. Cuando quiere tu atención te empuja con el hocico, luego se sienta, y mientras le acaricias levanta su pata para reconocerte su gratitud y su cariño.
Cuando es la hora del paseo salta de alegría y luego de dejarse atar camina rápido como si fuésemos a descubrir el mundo. A cada poco se detiene para marcar su espacio y luego pudoroso lo oculta con sus patas. A la vuelta reclama su premio que acepta con paciencia sentado.
Mientras está fuera, en el jardín de la casa, debe estar atado porque en su inquietud instintiva tiene que perseguir sueños de olores o llamadas que sólo él huele u oye, y se escapa. De una de sus huidas guarda el recuerdo de la falta de un colmillo y una operación de cráneo tras el golpe que le dio un coche desgraciado.
Ahora mismo está atado, esperando paciente que su amo o ama lo liberen para permitirle expresar y entregar todo el cariño que guarda a raudales.
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