Hoy en tutoría mis alumnos tenían que responder a una encuesta sobre sus expectativas basada en tres aspectos.
El primero era ¿qué es lo que te motiva a estudiar? Tenían que valorar de 1 a 5 una serie de respuestas posibles, dependiendo del grado de importancia que le diesen. Pues bien entre las respuestas posibles la mayoría de ellos eligió no la opción de ampliar los conocimientos, o conseguir una buena carrera, u obtener un buen trabajo, sino una que me sorprendió: agradar a los padres.
Ahí los tienes, sorteando día a día la amenaza de amonestaciones, porque, encerrados en aulas, en las que las mesas (blancas para más desgracia) están sujetas al suelo, se vuelven para hablar con el compañero que les chincha, se levantan de su sitio, se pasan secretos en trozos de hoja, se arrojan alguna bola de papel, o se espatarran, imposibles de mantenerse quietos cincuenta largos e interminables minutos "amarrados al duro banco" como diría Góngora, escuchando o aburriéndose con características, historias pasadas o teorías que contradicen una realidad cruda que viven a diario.
Y, sin embargo, se preocupan por llevarles una alegría a sus padres.
Aún cuando son conscientes de sus limitaciones, pues, en el segundo apartado de la encuesta, cuando se les pide que valoren la mayor dificultad que tienen para el estudio, contestan mayoritariamente que es la falta de concentración y atención en clase, la memorización de contenidos o la dificultad de hacer amigos.
Y, sin embargo, se preocupan por llevarles una alegría a sus padres.
Aún cuando son conscientes de sus limitaciones, pues, en el segundo apartado de la encuesta, cuando se les pide que valoren la mayor dificultad que tienen para el estudio, contestan mayoritariamente que es la falta de concentración y atención en clase, la memorización de contenidos o la dificultad de hacer amigos.
Y cuando por último se les pregunta que valoren los problemas que más les preocupan, no hay problemas que les preocupen, y no son las drogas, el alcohol o el tabaco, como un mayor podría pensar, sino, si acaso, y en un grado mínimo, como una alumna declaraba, la muerte (quízás condicionada por las fechas de comienzos de noviembre) o la dieta ¿?
Les importa no decepcionar a sus padres.
"Profe --me dice una alumna--, mi madre se llevó un disgusto con el 4,8". "Pero, ¡si está muy bien! Y recuerda que, si sigues trabajando como hasta ahora, el 4,8 será un 5." --le contesto, sabiendo que el 4,8 está hinchado, aún más después de decirles "lo más importante" para el examen.
"P..., no te olvides de decirle a tu madre lo de las dos amonestaciones" "Sí, sí, profe, lo haré" "Piensa que si te ponen otra te expulsan" P... me mira y comprensiva me promete que se lo dirá a su madre. Pero, por otro lado, no quiere decepcionar y disgustar a su madre, que según ella es una "cansina" porque siempre le está diciendo lo mismo: que estudie.
La edad de la inocencia, del sentimiento puro, de la amistad, de la generosidad, del compañerismo, pero también de la necesidad del cariño de los padres.
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