martes, 17 de agosto de 2010

...que treinta años no es nada...

Cuando sus amigos le preguntan ¿Y tus hijos? Él responde: Bueno, la niña... ¿La niña? Sí, la niña, porque para él su hija siempre será su niña.

Cuando piensa en ella se pregunta si está bien, si es feliz, si necesita algo. Ese cuidado permanente por un hijo solo lo puede entender un padre.

Pero cuando habla de su niña lo hace con el pañuelo en la mano porque la baba se le cae. “Sí terminó Química, y está trabajando en una fábrica en EEUU”. Y si se encuentra con un amigo mas íntimo, al hablar de su hija se emociona, se le forma un nudo en la garganta y se le inundan los ojos porque le gustaría abrazarla y besarla mil veces y decirle que huele a cookie. Porque sigue oliendo a cookie.

Mañana su hija cumple treinta años.

¿Y?

Ella tiene que estar orgullosa de cumplir treinta años porque cuando cumple treinta años está enamorada, está trabajando en lo que le gusta, se ha comprado una casa, su familia está bien...

La vida le sonríe. Ante ella se abre todo un horizonte de esperanzas. Seguro que en ese horizonte habrá algún nubarrón, pero no debe olvidar que, siempre, siempre, al final del día se abre un atardecer rosado, que sabe mejor cuando se contempla sentado, en paz, junto a la persona amada.

¡Muchas felicidades!

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