viernes, 15 de julio de 2011

Estas son las mañanitas que cantaba ...

     O cuando la política deja de referirse a los asuntos de la “πόλις” (“pólis” ciudad, ciudadanos) y se convierte en significante sin significado, continente sin contenido, en Pragmática sin gramática, en imagen, en efecto, en fin, en palabra vana o palabrería.
     En la reciente constitución de la Asamblea de Extremadura, los representantes de Izquierda Unida han querido dar la nota: uno antes de prometer cierra el libro de la Constitución porque en él aparece el escudo del yugo y las flechas; otro promete en espera de la Tercera República. Vale.
     Ahora bien, en la que puede ser su única posibilidad histórica de poner en práctica sus "ideas", deciden abstenerse dejando que se forme un gobierno de derecha. Desde una perspectiva histórica esta decisión no se comprende. No parece creíble que por delante de los intereses de los que dicen que representan, los trabajadores y desheredados de la tierra, pongan los agravios de partido recibidos.
     Porque, al fin y al cabo, los elegidos se deben a las ideas que dicen representar y no a sacar brillo a su vanidad o a redimir su orgullo herido. 
     No siempre vale el recurso de ser portavoces de la voluntad de las bases. Porque ahora no representan sólo a las bases fieles de siempre, sino también a algunos indignados y desencantados de izquierda. Es posible que ahora algunos de estos se sientan defraudados por su postura y les obliguen en el futuro a volver a asomar la cabeza como en la viñeta de Peridis.
     Y, por favor, que no mienten la República. Me pregunto qué pensarían los desheredados que murieron por ella o los que hasta no hace mucho han soportado la represión e injusticia inveterada.
     Me temo que el problema sea la falta de coraje para ponerse manos a la obra, para mancharse con el barro de la realidad. Es mucho más cómodo permanecer en la atalaya de la pureza de las ideas platónicas. Los demiurgos que deberían haberlas hecho realidad no han estado a la altura de la tarea.
    Se preguntará el lector o lectoras qué tiene que ver el título con la entrada. Pues bien, una cosa son las mañanitas que cantaba el rey David y otra muy distinta los que cantan las mañanitas o cantamañanas.

viernes, 8 de julio de 2011

Mutatis mutandis


En el antiguo Egipto la reina Hatshepsut construyó su tempo funerario en Deir el-Bahari. Este complejo arquitectónico constaba de dos partes: una exterior formada de varias terrazas unidas por medio de escaleras, y una interior excavada en la roca. 

En Plasencia también tenemos templos aunque no funerarios. No obstante, mutatis mutandis, el aparcamiento que se está construyendo junto al Parque de la Isla tiene para mí ciertas semejanzas con la obra de la faraona H.

Primera. Ambas son faraónicas, la egipcia por derecho, la placentina por la desproporción, el despilfarro y la finalidad (ad maiorem gloriam).

Segunda. Al igual que la de la reina egipcia, la obra de Plasencia tiene dos partes: una ya construida, las escaleras mecánicas, y otra el propio aparcamiento. Aquí en lugar de consideraciones de tipo ecológico (proporción y adaptación a la naturaleza) se ha optado por el cemento y el consumo energético.

Y tercera. Un halo de misterio envuelve ambas construcciones. El público pasea por delante de las obras del aparcamiento y elucubra sobre cuál será el resultado final. Por lo que he podido recoger de aquí y de allá, las dos enormes torres de cemento estarían destinadas a ascensores desde los que se accedería a una pasarela elevada que conduciría hasta la avenida de donde parten las escaleras mecánicas.

Si, mutatis mutandis, esas son las semejanzas, las diferencias son obviamente muchas. Si en el templo de Deir el Bahari se accedía a la primera terraza por unas escaleras (no mecánicas, por supuesto), aquí se accede por ascensor. Allí la arquitectura copia en verticales y horizontales el paisaje rocoso del acantilado; aquí los dos cubos de hormigón violentan el horizonte natural descendente de acceso al valle y río.

Pero lo que realmente interesa aquí es el cambio de weltanschauung o perspectiva: en el templo de la reina H. el hombre está supeditado a la naturaleza; en el complejo placentino, la naturaleza se supedita al hombre.

Quizás en el futuro se conserve, como en el caso de la reina H., el nombre de quien construyó la obra, pero me temo que el carácter funerario que tenía el templo egipcio, también pueda aplicarse al faraónico aparcamiento y escaleras, pues para más de uno ha supuesto su sepultura.

domingo, 3 de julio de 2011

Tanto monta, monta tanto...

     En este caso que me ocupa el orden de sucesión de los hechos no altera el resultado de bienestar.
     El otro día por la mañana, después de una precipitada carrera a través de la carretera como un Ben-Hur sujetando el impulso salvaje de fogosos Aldebaranes, cuando Surra llegó al lugar elegido decidió hacer mayores. Obviamente eso para ella era lo urgente. Se saltaba necesariamente la sucesión normal de sus actividades de contribución al proceso ecológico: primero menores y luego mayores. De cualquiera de las dos formas, no importa el orden, el resultado para ella fue el quedarse a gusto y dispuesta a afrontar una mañana de quién sabe qué reflexiones perrunas, siestas y aperitivos.
     Quizás es que los animales saben realmente lo que de verdad es la vida: un regalo que se escapa y que no hay que complicar. Al fin y al cabo lo importante es que estamos vivos. Nos sobran complicaciones sociales, morales y filosóficas, y nos falta seguir el flujo sabio de la naturaleza. Tanto monta, monta tanto...